Han tenido que pasar 26 años para conocer la verdad de Lola Flores

Hay artistas que marcan una era por su arte y su garra, artistas irrepetibles que llegan para quedarse, incluso cuando se van. Lola Flores es una de esas pocas. Animal de escenario donde las haya y mujer adelantada a su tiempo. Eterna, dirían algunos, con toda la razón. Su muerte en mayo de 1995 víctima de un cáncer de mama puso de luto a un país entero que la lloró sin descanso y la sigue llorando. Su cante y baile hicieron historia aquí y allí, pero su vida personal era digna de ser contada sin miedo ni vergüenza, con todos sus matices, sin maquillar ni editar una coma, con el dolor que eso implica. Y por fin se ha hecho.

Gracias a Israel del Santo, director del documental Lola de Movistar+, siento que por fin he conocido de lleno a la madre y esposa y, en definitiva, a la mujer detrás del mito.

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Cuando uno escucha el nombre de Lola Flores lo primero que te viene a la cabeza es una mujer con un salero que no se puede aguantar. Una mujer con carácter, con acento y, sobre todo, devota de su carrera. También te viene a la mente su sonrisa y su gracia, su coquetería sin descanso y ese no sé qué inimitable. Siempre daba espacio a la broma y al cachondeo, incluso para hablar de la tragedia, a la que disfrazaba para no ir de víctima. Pero detrás de ese sentido del humor, de la ironía, de esa bata de cola, melena azabache al viento, sus impresionantes joyas y aire de femme fatal, se escondía una mujer que exprimió la vida al máximo y la sufrió por igual. Esto último lo imaginábamos, uno deducía que su paso por este mundo no había sido un camino de rosas, sino más bien de luces y sombras, pero no hasta el punto en el que el documental nos ha enseñado (y que nos hace admirarla aún más si cabe, al menos a mí).

Siento que han tenido que pasar 26 años para saber quién era Lola Flores de verdad, más allá de entrevistas y reportajes de revistas de la época que omitían la mitad de las cosas. Me habría encantado ver este documental mucho antes, pero nunca es tarde si la dicha es buena. La serie de 4 episodios de 50 minutos ha puesto sobre la mesa capítulos incómodos de su vida que ella misma contó a su manera y mucha valentía en su serie biográfica El coraje de vivir, emitida por Antena 3, en 1994. Experiencias muy duras que posteriormente se tocaron muy por encima, de puntillas y sin querer dar detalles. Era mejor dejarlo así. Lola partía un año después y con ella asuntos muy delicados que la familia prefirió no desarrollar. Por fortuna, las cosas han cambiado mucho y hemos podido ser conocedores de muchos de esos dolorosos pasajes de la mano de sus hijas sus hijas Rosario y Lolita, y allegados como Tomás García, el sastre de toda la vida, quienes se han decidido a hablar sin cortapisas de los calvarios que pasó Lola, además de sus grandes alegrías.

Por ejemplo, hoy por fin se le pone nombre y apellido a lo que Lola sufrió con Manolo Caracol, uno de sus grandes amores. La palabra maltrato había planeado por la tormentosa relación de estas dos grandes estrellas flamencas, se sabía que lo suyo había sido un romance pasional que, en ocasiones, se había llegado a romantizar cuando la realidad habría sido muy distinta. “Le pegaba, parece ser, la maltrató, tengo la voz de mi madre contándomelo”, dijo Lolita en esta serie. Escuchar a la mayor de los tres hijos de La Faraona decirlo en seco impacta, igual que reconocer que su madre tuvo “un montón” de abortos y que podrían haber sido “familia numerosa”.

Hablar de situaciones tan cotidianas y de la vida real de tantas mujeres, normaliza; ocultarlo o no citarlo por miedo al qué dirán, resta. Lola madre lo había contado en esa primera serie autobiográfica noventera, pero todo parece que había quedado en el olvido, como si no se quisiera o debieran despertar fantasmas del pasado. Una situación así merece ser mencionada pues se trata de un testimonio público de alguien con mucha relevancia que puede servir de ejemplo de lo que hacer y lo que no ante una vivencia así. Lola, que vivía en otra época, tuvo que aguantar y tirar para adelante como pudo. Entonces eran otros tiempos y otra cultura sin los recursos, herramientas y salidas que tenemos hoy. Alzar la voz ante ese maltrato que sufrió Lola y reconocer sin tapujos lo que pasó sin adornarlo, ni romantizarlo, es un gran paso adelante.

Como mujer nacida en los 70, pude disfrutar esos años post dictadura de los artistas que la habían vivido en primera persona. Lola supo hacer la transición como pocos. Pasó de mover la bata de cola a reinventarse con su famoso rap Ay, Alvariño sin despeinarse ni perder un ápice de su gracia de siempre. Dejó atrás ese periodo tan oscuro de la España franquista, de censura y veto, para dar la bienvenida a la libertad absoluta de hacer y decir lo que se le venía en gana, sin miedo al qué pasará o me harán. Una época que como su buen nombre indica fue toda una ‘movida’ en donde no todo fueron días de vino y rosas. La llegada masiva de la droga a una generación que desconocía sus fatales consecuencias se llevó muchas vidas, entre ellas la de su hijo Antonio Flores.

Y aquí es a dónde quería yo llegar. La muerte de Antonio, 15 días después de su adorada madre, fue toda una tragedia en España. Todos nos sentimos de luto. El cantante tenía 33 años y una carrera brillante ante sí. Su música hizo volar a aquella generación que reivindicaba derechos y vivía el amor libre. No dudaría, Siete vidas o Una espina son himnos perfectamente aplicables a la vida personal y social de hoy en día. Sin embargo, su partida trajo consigo un sabor agrio y también cierta polémica al hermetismo de la familia de no querer dar detalles de su marcha. Estaban en su absoluto derecho. Tan solo Guillermo Furiase, entonces marido de Lolita, se atrevió a decir en la puerta del Lerele, casa familiar de los Flores, aquella frase de “Me cago en la puta droga”. Una afirmación que daba a entender la posible causa de la muerte del artista sin que jamás fuese confirmada por los suyos, ni siquiera a día de hoy. Y ya sabemos qué es lo que pasa cuando no se aclaran las cosas, se ensucian más y da paso a las especulaciones. La razón que produjo su temprano vuelo quedó por muchos años en incógnita. Pero esta serie por fin nos ha aclarado algunas dudas y cerrado un capítulo importante.

Ni Lolita ni Rosario quisieron por muchos años hablar de ello. Quizás, y más que comprensible, por el dolor que aquello causaba. Lo que no se entendía era, si Lola Flores no tuvo reparo en reconocer el problema de su hijo en una entrevista con Jesús Quintero, ¿por qué sus hijas preferían ni mencionarlo? “Una inocentada de un niño que lo tenía todo y quiso saber lo malo, pero yo estaba ahí, estábamos todos ahí”, le reconocía la intérprete de Pena, penita, pena al presentador de El loco de la colina. Desde su programa aconsejó a todas esas madres que pasaban por lo mismo que no abandonasen nunca a sus hijos, entonces víctimas de los narcotraficantes de guante blanco. En el programa de Lazos de sangre dedicado a los Flores, emitido por TVE en 2018, Lolita expresó que su hermano “murió de amor”. Todos entendimos la preciosa metáfora, pero echamos en falta algo más. En esta serie, por fin llamó a las cosas por su nombre. “Yo le abrí un día la puerta a mi hermano de la terraza y le dije si te quieres matar, ten cojones y tírate, contó Lolita en el último episodio de la producción de Movistar. Rosario también se atrevió a ir más allá y hablar sin filtros de algo que nunca debió ser un tabú. “Salías a la calle y todo el mundo te daba drogas sin saber qué era, qué efectos tenía y qué iba a pasar”, explicó sincera la intérprete de Qué bonito, dedicada a su hermano. “Era la moda y cayó muchísima gente, entre ellos, cayó mi hermano Antonio”, afirmó.

Escuchar hablar con normalidad de un tema que tantas y tantas familias vivieron y siguen viviendo en España y el mundo entero, es un alivio. Han tenido que pasar muchos programas, entrevistas y casi tres décadas para hablar alto y claro, pero al menos se ha dado el paso. Quienes vean esta serie por ser fan de Rosario y quizás no hayan conocido a Lola Flores por su edad, tendrán ante sí unos testimonios desgarradores y valientes que hubieran sido muy necesarios también antes. Testimonios que, insisto, pueden ayudar, orientar y abrir los ojos a personas que estén pasando por algo parecido. Ser famoso va más allá de tener una vida de ensueño, también te convierte en una plataforma y un gran altavoz de temas tan relevantes.

Durante mucho tiempo, se intentaron obviar muchas cosas que pasaban en la familia Flores, la cual, como todos, merecía el derecho a su privacidad. Pero alcanzar la fama y vender exclusivas, parece que en España da derecho a no tener ese rincón de intimidad, ocurría antes y ocurre ahora. Tocar la gloria, te da muchas alegrías, pero también te priva de otras cosas. Y los Flores, con todo el cariño, no lo supieron llevar del todo bien. Siempre que de adolescente me hablaban de Lola y su marido Antonio El Pescaílla, lo primero que me venía a la cabeza era la idea de un matrimonio feliz. Supongo que con sus cosas buenas y menos buenas, pero unido y enamorado. Por eso, cuando a comienzos del 2000 se empezó a decir que la pareja había estado rota muchos años y que vivían juntos para salvaguardar la familia no me lo podía creer. Imposible, pensaba. Y creo que como yo, muchos.

Les habíamos visto juntos y felices en tantos actos públicos, en homenajes y celebraciones, que a mí aquello me parecía imposible. Pues resulta que era un secreto a voces que la propia Lola dio a entender en su momento, pero que nadie se atrevió a mencionar estando la pareja en vida, incluso después de su muerte. Estaban unidos como padres, pero no sentimentalmente. Ambos así lo decidieron, como también el seguir viviendo en el mismo hogar y respetar esa familia que habían creado con tanto amor. Aunque el programa de Antena 3 ¿Dónde estás corazón? dio a conocer más datos y llegó a entrevistar al que fue otro de los supuestos grandes amores de Lola, Antonio Carrasco ‘El Junco’, después de su matrimonio con el padre de sus hijos, nadie en su familia quiso darle demasiada bola al asunto. Al contrario.

De nuevo ha sido en la serie documental de Movistar donde se ha reconocido que aquello estaba roto y que hacían vidas por separado, al menos en el amor. Como familia, seguían siendo uno. Él fue el único hombre que la hizo pasar por la vicaría, con separación de bienes incluida, y tener a sus tres hijos. La pregunta que uno se hace a día de hoy, viendo lo adelantada que fue Lola desde que nació, es: ¿era necesario que pasara tanto tiempo para confirmar algo que está a la orden del día en las parejas? Yo creo que no. Separarse no era ningún delito, pero suponemos que era más importante no romper esa imagen idílica que tenían como pareja y que hubiese provocado un gran escándalo. Lo suyo, pasase lo que pasase después, fue un amor bonito, según los que los conocieron, y así querían que se siguiera viendo. Así que su ruptura se vivió con un secretismo absoluto del que hoy ya no queda duda. Por respeto a estos dos grandes artistas, no fue hasta después de su muerte que el asunto vio la luz públicamente, pero sin darle demasiado protagonismo. Así lo quisieron sus familiares y gente cercana a su entorno, los mismos que finalmente han reconocido de forma abierta y sin colorear en esta serie documental que aquello se acabó en su momento.

Rosario lo confirmaba así. “Tuvieron sus enfrentamientos cuando nosotros éramos pequeños hasta que eso se rompió y ya llegaron ellos a un acuerdo, y mi padre hacía su vida y mi madre la suya”. Y Lolita, también. La actriz recordó una frase que le dijo su madre sobre la ruptura sentimental con su padre. “Cuando se apaga por mucho que quieras coger la mecha y encenderla, ya no la puedes volver a encender”, le explicó. A partir de ahí, Lolita se mudó a la cama de su madre. “Estuve 16 años durmiendo con ella, a mí no me afectó en absoluto, ni a mí ni a ninguno de mis hermanos”. La ya expareja estaban “separados, pero juntos”. Y hoy, 26 años después, por fin lo sabemos a ciencia cierta.

'Lola', cortesía de Movistar+

‘Lola’, cortesía de Movistar+

Hasta ahora hemos sido conocedores, además de su arte infinito y en mayúsculas, de sus amoríos con afamados futbolista antes de casarse, de sus problemas con Hacienda, de la multitudinaria boda de Lolita que tanto disgusto les dio y de sus frases dignas de enmarcar tipo: “si me queréis, irse” o “si una peseta diera cada español”. Pero hacía falta perder el miedo al qué dirán y rematar ciertos detalles de esta vida que podría haber sido perfectamente el guión de una película. Aunque en 2007 se intentó llevar al cine de la mano de Miguel Hermoso bajo el título de Lola, no tuvo el alcance ni el visto bueno de sus hijas. Dijeron que la esencia de su madre no estaba en esa cinta, de cuyo estreno ambas es levantaron indignadas y se marcharon al ver que la chispa de Lola brillaba por su ausencia. “El personaje de esa película desde luego, no es Lola Flores. Cuando Lolita y yo la vimos, nos salimos al rato de empezar, no porque no nos gustaran las escenas que vimos, sino porque esa no es mi madre. No está ni su personalidad, ni su arte, ni su voz“, expresó Rosario a los medios al ser preguntada.

Con este documental, el estreno más visto en la historia de Movistar, si ya admiraba a Lola, esta que escribe, lo hace aún mucho más. He descubierto cosas que me olía, pero no sabía, y que la magnifican como persona. Conocer sus batallas ensalzan más su figura de madre, esposa, mujer y artista. Ella es parte de la historia de España, de su cambio y de su renacer, y también de todo lo que eso significó para bien y para mal. Es el ejemplo de lo que es esta fiesta de claroscuros llamada vida. Era necesario que esos vacíos informativos sobre su paso por aquí se llenaran con una verdad que la hacen aún más grande y humana si cabe. Una número uno en todos los sentidos.

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